Re: Is "The Camino a Victim of Its Own Success"?
Posted yesterday on Facebook by my friend and past (I believe first) president of the Amigos del Camino in Galicia. I may be wrong but I think that Jose was with Elias Valiña when the first yellow arrows were painted many, many pilgrim moons ago. Here is a man who knows what he is talking about. It is in Spanish, but if you plug it into Google translate you'll get an idea of what Jose is so angry about. Is he right? Who does the Camino "belong to" these days...? And what impact is that having? If there were no "Certificate" at the "end" of it, who would walk? Would you?
See also the thread on this Forum from last July 2012 on "Who makes up the rules about the Compostela?" (or something similar).
José de la Riera
El cáncer del
Camino de Santiago. Tiene un nombre (también apellido) y se pronuncia en singular: “Compostela”. Es un papel reinventado en tiempos modernos que sustituye a las “patentes de confesión” que se les entregaba antiguamente a los peregrinos que llegaban a Santiago tras haberse confesado y comulgado en la catedral. Todos ellos portaban las famosas “cartas de presentación”, antecedentes de la actual credencial del peregrino (instaurada en su actual formato por las asociacones jacobeas en el Congreso de Jaca, 1987, impulsado por Elías Valiña y presentada en ponencia por la asociación palentina. Esa credencial – en su espíritu y formato – fue descaradamente robada , llamémosle “Pío Latrocinio”, por la catedral compostelana y la Oficina del Peregrino, tras conformidad del entonces presidente de la Federación Española de Asociaciones de Amigos del
Camino de Santiago, que era la institución madre que las imprimía y repartía entre sus asociaciones para entrega a los peregrinos)
Pero la madre de todas las batallas de la masificación, vulgarización, escarnio y remedo de la peregrinación jacobea no es la credencial, el cáncer está en la “Compostela todo a cien”, en los famosos últimos cien kilómetros para obtener el susodicho papelote de coleccionista de parque temático. A tal punto que, para una mayoría de gente que pasa por el Camino (peregrino es otra cosa), el
Camino de Santiago se reduce estrictamente a los últimos cien kilómetros gallegos. ¿Y por qué? Porque lo único que les interesa del
Camino de Santiago (aunque tengan que andar de noche y pisar cabezas para obtener una cama) es el susodicho papelote. ¿Absurdo? Tal vez, pero esa es la condición humana. Un espacio de paz y espiritualidad lo están convirtiendo en un lugar insolidario donde toda carrera tiene su asiento. El Camino es búsqueda y desprendimiento, pero estos no se desprenden de nada, ni tienen tiempo, ni tampoco ganas, cargan en sus mochilas los mismos malos rollos de su vida cotidiana. Y de paso, se cargan el
Camino de Santiago, para ellos un clineex de usar y tirar, un objeto más de consumo de la estúpida cultureta del ocio: “el Caminito de la señorita Pepis” De la Hospitalidad en esos últimos kilómetros más vale largar un tupido velo: el peregrino es sólo un bulto sospechoso al que hay que desvalijar los más pronto posible, es ave de paso.
¿Y el culpable? Nombre y apellidos: Jaime García, canónigo responsable de la acogida al peregrino durante los primeros años del renacimiento de la peregrinación jacobea y también su sucesor, don Jenaro Cebrián. ¿Motivos? Bastante prosaicos: las estadísticas. Las estadísticas que muestran y demuestran (mientras las carcajadas llegan hasta Roncesvalles) que el 90 o 95 por ciento de los peregrinos hacen el Camino por motivos religiosos (en sentido estricto del término) El peregrino se mueve por mitos (la Cruz de Ferro es uno de ellos, la “Compostela” otro más) y el peregrino mata o, si es preciso miente como un bellaco, con tal de que no se le escapen esos mitos. Y eso en lo que afecta los propios peregrinos. De “los que pasan por el Camino” ya ni hablar, esos sólo quieren el papelote para enseñarlo a la suegra, nada más, pero tampoco nada menos. Así que todo dios miente, y el que no lo crea que baje al Camino y hable con la gente. Pero la Catedral y su Oficina se reafirman (erróneamente y, en mi opinión, con un cinismo digno de mejor causa) en la “cristiandad” de la peregrinación basándose, precisamente, en esas estadísticas derivada de la entrega de las Compostelas. ¿A quién coño pretenden engañar? Y, sobre todo, ¿a costa de qué?, ¿de cargarse el
Camino de Santiago? El que esto escribe ha hablado largamente del tema tanto con Jaime García como con Jenaro Cebrián. Jaime García ni siquiera lo discutía “porque sí y basta” pero don Jenaro (bastante más humano y bastante más cercano) lo justificaba en la cantidad de “conversiones” que proporcionaba la facilidad en que todo el mundo obtuviera cómodamente la Compostela. Tal cual.
Y así, el Camino queda reducido para mucha gente, a los últimos tramos gallegos y a un absoluto infierno para los peregrinos (siempre teniendo claro que un peregrino tiene poco que ver con esos miles que “pasan por el Camino” en esos últimos cien kilómetros). En un parque temático con salvoconducto (credencial) expedido ya en kioskos y peluquerías, tanto da. Y con premio final en forma de documento cada vez más infravalorado y absurdo. Y, todo ello, claro, con el visto bueno de las autoridades gallegas, encantadas en que el grueso de “la masa” se concentre exclusivamente en Galicia (y me importa un carallo decir esto, soy gallego, pero ruedas de molino las justas)
Uno ya no tiene, ni quiere, puesto ejecutivo alguno en el día a día del
Camino de Santiago, pero pienso que ya es hora de que esas asociaciones jacobeas tan “implicadas” con el
Camino de Santiago y esos peregrinos que tanto quieren al Camino (y tanto se quejan sin dar palo al agua), presenten un documento conjunto con las cientos o miles de firmas que sean necesarias para presentar al señor arzobispo, al cabildo, a la Xunta de Galicia y a la prensa, pero sobre todo al principal culpable, la Catedral de Santiago y sus organismos cercanos a la peregrinación, rogando que, de una vez por todas, no contribuyan a la destrucción galopante de la peregrinación dignificando la Compostela con un mínimo, al menos, de doscientos kilómetros a pie. Harán lo que quieran, claro, la “Compostela” es suya, pero al menos que sepan de primera mano lo de las “ruedas de molino”. Claro está (Sarria, Tui, Ferrol...) que habrá gente que ponga el grito en el cielo. Pero el Camino no es suyo, ni siquiera de la propia Catedral de Santiago. Y ahora que llueva o que me llamen pureta o talibán, se me da un ardite, pero esto es ya un absoluto desastre y se debe decir, siempre, lo que se siente. DELENDA EST "COMPOSTELA".